Individual
Es un espacio de intimidad, respeto y confidencialidad que permite que la persona se vaya abriendo a su propia experiencia. Esta apertura deviene en un proceso de autoconocimiento que abordará aquellos bloqueos emocionales, vivencias y conflictos que comportan malestar y sufrimiento, dándoles cauce hacia una comprensión liberadora. En la terapia individual se potencia el vínculo con el/la terapeuta, favoreciendo la creación de una base afectiva segura que permite la exploración y vivencia amplificada de conflictos y necesidades, tan a menudo negados o ignorados, guiando hacia el encuentro consigo mismo/a. Centrados en el aquí y ahora, con el apoyo y la mirada libre de juicios del terapeuta, la persona se va haciendo responsable de sus pensamientos, emociones, acciones, así como de su capacidad de elegir y la forma en que se relaciona consigo mismo/a y con los demás. En definitiva, se va haciendo cargo de su propia experiencia, descubriendo quién es con todo su potencial, abriéndose a la espontaneidad y a la aceptación de lo que hay.
Pareja
Una crisis de pareja pone de manifiesto un desencuentro entre dos personas, en el que se entiende a la otra parte como depositaria de expectativas que se traducen en exigencias y culpabilización por su no cumplimiento. El paso del tiempo, la cotidianidad, los ciclos vitales, a menudo ponen a prueba el compromiso adquirido, creándose situaciones que requieran de un reajuste, revalorización y optimización del vínculo creado. La terapia de pareja ayuda a desvelar y tomar conciencia de las formas de comunicación, relaciones de poder y modelos familiares heredados, la lealtad o rebeldía a ellos, la influencia de su determinación en la elección de pareja y la apertura a un posible compromiso libre de expectativas. A través de este proceso se posibilita aceptar a la otra parte por su propia singularidad, desde el respeto y la consideración de su persona, para poder llegar a un encuentro verdadero, comprometido y amoroso con el otro.
Familiar
De la misma forma que el sistema familiar genera una problemática, también genera una solución. Desde esta posición, el apoyo terapéutico no se centra en la persona concreta, sino que amplia la visión, comprensión y responsabilización de todas las partes o miembros que conforman la familia. La mirada terapéutica fija su atención en las interacciones relacionales de los miembros que constituyen el sistema familiar. Todos contribuyen a la disfunción (de la cual suele ser portavoz uno de ellos) y sanación de la problemática planteada. La terapia familiar es un espacio en el que se ponen de manifiesto los roles asignados, las lealtades, los tabúes, la exclusión, la fortaleza de los lazos de pertenencia, los vínculos de apoyo y la necesaria individuación. Cuenta con la riqueza que supone la presencia real de los miembros de la familia como sujetos activos de la situación problemática, y tiene como ventaja inmediata la desculpabilización y reparación del miembro sintomático, por el reconocimiento de la propia responsabilización en lo que está pasando de todas y cada una de las partes pertenecientes al sistema familiar.
Grupal
En la terapia grupal se reflejan experiencias relacionadas con el primer grupo del que forma parte la persona; la familia. Vivencias que han ido tejiendo nuestro entramado personal, relacional, dando lugar a una forma de ser y estar en el mundo. En el grupo se amplifican todos los vínculos de nuestra historia personal, reproduciéndose estilos de relación incorporados a lo largo de la vida. La experiencia grupal es el contexto privilegiado para ensayar nuevas posibilidades, alternativas a las máscaras que nos esconden de nosotros/as mismos/as y de los demás. En el encuentro con los otros se activan múltiples procesos, lo que ayuda a ampliar la visión de los conflictos personales, poniéndolos en común. Esto permite la creación de una red de apoyo mutuo que acompañará y guiará a cada miembro del grupo, dejando atrás la creencia de ser víctima solitaria de su propio destino. Todo ello desde las interacciones que se dan, los espejos que se crean, las proyecciones y las múltiples transferencias positivas y negativas. A lo largo del proceso grupal, tras la concienciación tanto de aspectos disfuncionales como de potencialidades, así como del propio encuentro con la herida, se va generando un tiempo de reparación, de toma de decisiones y de responsabilización sobre la posición que la persona quiere encarar en su vida.